¡Pero bueno!, ¡cómo que aún no habéis visto Hatari! y a John Wayne jugándose el tipo cazando rinocerontes y perseguido por Elsa Martinelli! Haced el favor de bajar ahora mismo al videoclub más cercano, coged la película y a disfrutar con el clásico y siempre discreto buen hacer de Howard Hawks, paseando la cámara entre parajes que pronto conoceréis.
La película fue rodada en una Tanganica de hace 49 años, cuando el territorio continental acababa de estrenar su independencia y dos años antes que su unión con Zanzíbar diera origen a la actual Tanzania. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Los blancos que pululan hoy son en su mayoría turistas, no residentes como se ve en la peli, y los espacios infinitos ya no están tan vacíos, pero los paisajes siguen ahí, magníficos, y la vida salvaje también, aunque más circunscrita al espacio de los parques; hasta la Torre del Reloj continúa en sus sitio, en la rotonda de Boma Road.

Y esto, que conste, lo digo como virtud, porque pasarlo bien con película de más de dos horas donde realmente no pasa nada de enjundia, sólo está en manos de maestros como lo es el director de Río Bravo, El Dorado, Río Lobo, Su juego favorito, Nace una canción, El sueño eterno, Tener o no tener, Bola de fuego, Luna nueva, La fiera de mi niña, El sargento York, Los caballeros las prefieren rubias... y podría seguir.

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